Aunque es una complicación obstétrica muy poco frecuente (menos del 1% de los casos), durante el embarazo o el parto puede producirse una rotura o desgarro del útero debido a la debilidad de la pared del útero. Si no se actúa a tiempo, puede tener graves consecuencias.
Esta rotura puede deberse a varias causas:
- La más frecuente es la existencia de una cirugía previa, como una cesárea. El intento de parto por vía vaginal tras más de una cesárea previa está asociado con un mayor riesgo de RU.
- Legrados
- Contracciones muy violentas, sobre todo, en mujeres que hayan tenido muchos embarazos.
- Diversas anomalías en el útero.
- Traumatismo externo: accidentes, heridas por arma blanca o de fuego.
- Diversas maniobras obstétricas.
La rotura puede ser de dos tipos:
- Completa: Se produce la rotura de todas las capas de la pared del útero, y hay contacto directo con la cavidad abdominal, lo que puede ocasionar una hemorragia grave, histerectomía, hipoxia fetal (deficiencia de oxígeno en la sangre).
- Incompleta: No se rompen todas las capas del útero, por lo que el feto permanece dentro de la cavidad uterina y las complicaciones son menores.
Los síntomas más frecuentes son:
- Dolor abdominal fuerte y repentino.
- Sangrado vaginal.
- Hemorragia intraabdominal.
- Anomalías en la frecuencia cardíaca del feto.
- Mayor facilidad para palpar algunas partes del feto.
- Taquicardia
- Cese de las contracciones.
Para evitar que se produzca la rotura uterina, se debe llevar a cabo una buena atención prenatal y tener en cuenta el riesgo en determinadas pacientes, como aquellas que han tenido una cesárea anterior. También se deben realizar con precaución diversos procesos y tratamientos ginecológicos, como la Maniobra de Kristeller o la administración de oxitocina, entre otros.
Cuando se ha producido la rotura, se deberá realizar una Laparotomía urgente, casi siempre, para histerectomía total. En algunos casos, dependiendo del tipo de rotura, se podrá reparar el útero.