Dos de las afecciones más comunes que puede presentar el útero son las conocidas como útero retroverso y útero septo. Vamos a ver cómo es cada una de ellas y cómo afecta al embarazo.
Puede que en alguna exploración rutinaria tu ginecólogo te haya señalado que tu útero está en retroversión o invertido. Aproximadamente un 20% de la población femenina presenta una variación anatómica de su útero que suele verse mediante una ecografía, un examen pélvico o un examen retrovaginal.
Normalmente, el útero suele estar inclinado hacia delante (en dirección al abdomen) o en posición vertical, apoyado sobre la vejiga. Sin embargo, en el caso de útero retroverso o invertido, el útero se encuentra inclinado hacia atrás, orientado hacia la columna vertebral y apoyado en el recto.
Esta desviación no presenta ningún tipo de problema, salvo que pueda ser consecuencia de otro tipo de afecciones como la endometriosis, enfermedades inflamatorias pélvicas o ciertos tumores. En estos casos sí precisará atención médica.
En cuanto a los síntomas, la mayoría de mujeres no suele presentarlos, pero en algunos casos puede manifestar dolor pélvico, dispauremia, incontinencia, dismenorrea, dolor de espalda, infecciones urinarias, dolor durante las relaciones sexuales o problemas intestinales. Por lo general, esta desviación no suele conllevar ningún tipo de tratamiento, ya que normalmente es una condición natural del cuerpo de la mujer.
Pero, ¿afecta al embarazo? Antiguamente se creía que tener el útero invertido podía dificultar la concepción y disminuir las posibilidades de conseguir un embarazo. Sin embargo, diversos estudios demostraron que esta alteración no afecta a la habilidad del espermatozoide de alcanzar el óvulo y, por tanto, no tiene efectos negativos en la fecundación. Además, una vez que el feto está en desarrollo, el útero suele volver a su posición normal, corrigiendo esta desviación.
No obstante, en casos de que se produzcan abortos involuntarios o dificultades para concebir, sí es conveniente realizar estudios partiendo de la base de esta desviación, que puede ser un síntoma de algo más problemático.
En otro orden de cosas, y muy diferente a lo anterior, encontramos casos de útero septo, una malformación congénita que suele padecer el 2% de las mujeres.
Esta anomalía consiste en que el útero se encuentra dividido en dos cavidades que están separadas por una especie de tabique formado por una pared fibrosa o muscular. Esta pared puede dividir sólo una parte del útero (útero septo parcial) o hacerlo por completo (útero septo completo).
Su diagnóstico se realiza a través de pruebas como ecografía, resonancia o Histerosalpingografía (radiografía del útero y las trompas de Falopio para visualizar el interior de las cavidades). Normalmente, no produce ningún síntoma, aunque podemos encontrar casos de dismenorrea.
La infertilidad puede ser consecuencia de esta patología. En casos de útero septo, sí podemos encontrar dificultades para concebir o llevar a término un embarazo. Existe riesgo de que el embrión o la placenta se implanten en el tabique o no exista espacio suficiente para que el feto se desarrolle con normalidad. Esto puede provocar abortos, partos prematuros, muerte fetal o la práctica de cesárea debido a la dificultad de que el bebé se mueva y se pueda colocar en una buena posición.
En muchas ocasiones se practica una resección histeroscópica para eliminar el tabique, cuyos resultados son óptimos en la mayoría de los casos.